El moribundo.
Un pobre anciano estaba muriendo de sed en una playa desierta. En la orilla, viendo el mar, disfrutaba de sus últimos instantes, gozando de sentir que faltaba poco para el reencuentro con su Dios.
Miraba por última vez la tierra que lo albergo, se despide del mar- de ese hermoso mar que lo acuno en tantas oportunidades; se despide de las gaviotas que tantas veces le cantaron melodiosas canciones de amor; de la brisa marina que llenaron tantas veces sus pulmones de deliciosos aromas; miró el cielo ¡Qué maravilla! ese cielo que le regala su último arco iris.
Cuando todo estaba por consumarse ,se acercó un hombre que vivía en la otra orilla, un oasis cruzando la playa . Se compadece y le da unas gotas de agua en los labios, no mucho pero lo suficiente para que no muera- solo unas cuantas.
El anciano moribundo a pesar de haber querido regresar a la casa del PADRE, le agradece sintiendo la vida cada vez más profundamente, siente que esa alegría de vivir se expande en cada partícula de su ser. El anciano mira los ojos de ese hombre y se queda fundido en su mirada, se complace y lo contempla como si fuera un “ángel”.
El ” ángel ” empezó a ir todos los días a verlo, colocándole unas cuantas gotas de agua en los labios para que no muera.
Un día el anciano le súplica ” por favor regálame un poco de agua para mojar mis heridas de mi rostro y cuerpo que se han producido por el sol, es muy doloroso vivir así, cuando estaba en agonía no me daba cuenta porque mi cuerpo se había dormido y no sentía dolor, pero ahora es muy doloroso, muy doloroso, por favor ” ángel ” apiádate de mí”.
El “ángel” responde ” anciano tengo que pensarlo, yo no tengo mucha agua y temo que se me acabe. Ya me pasó una vez por dar demasiado, me quede sin ella y casi muero. No me quiero arriesgar, espera paciente, no olvides que la paciencia es muy importante para sobrevivir, paciencia hermano y pronto te responderé”.
El anciano acepto y se lo agradeció… Espero y espero confiado de que su ángel iba a volver a arriesgarse y darle lo suficiente para saciarlo, pero pasan los días y el pobre anciano empieza a perder las esperanzas.
Se dio cuenta que mejor hubiera sido irse con DIOS, que antes el solo de sed del cuerpo moría, pero ahora esa sed embargaba su alma y todo su ser, ya que las gotas de agua no eran suficientes, el dolor de las heridas eran insoportables y ya no había espacio en su cuerpo que estuviera sano.
Un buen día decidió no recibir más esas gotas de agua y se decía a sí mismo ” Ese ángel para que me quiere tener vivo, yo estaba tan feliz sabiéndome con Dios y ahora debo quedarme aquí solo, triste con una sensación de vació y dudas. ¡¡Porque mi amado ángel es tan cruel conmigo!! “
…y así con esos pensamientos se quedo dormido a esperar la muerte.
“El amor es ilimitado, pero el miedo a sufrir nos vuelve mezquinos cerrando nuestro corazón al gozo del compartir el amor libre y sin condiciones”.
Dedicado a M.H.B